Corría el año de 1991, yo tenía 10 años y Luis Miguel cantaba boleros como hacía mucho nadie, yo tarareaba sin parar La barca, era verano y me embarque sin saberlo en una aventura que me cambio la vida.
Gracias a mi hermana o por su culpa pase el verano en la Sierra Norte de Puebla, antes de partir me parecía pésima la idea de pasar el verano quien sabe en dónde y haciendo quien sabe que cosas, pero después de un par de días recorriendo Xochitlan y Zacapoaxtla entendí que ningún verano iba a ser como ese, de alguna manera en esos lugares me desencante de la ciudad y aunque en ese entonces no lo sabía me enamore de una vida que me parecía en términos generales más a gusto.
Este podría ser un post kilométrico describiendo cada detalle que sucedió en esos lugares hasta este año, pero me temo que no alcanzaría para describir el legado que me dejaron, en especial uno.
El verano lo pase haciendo tareas para ayudar a nuestros anfitriones, comiendo delicioso, jugando futbol, pero sobre todo mucho basquetbol, hacia el final del verano mi hermana me conto de un lugar al que tenía que llevarme, obviamente nunca había escuchado de él, pero cuando estuve ahí entendí porque me tenían que llevar, conocí Cuetzalan y entonces algún gen dentro de mi ADN detono y ya nada fue lo mismo.
Este es un post complicado, no puedo escribir algo como las 10 cosas que Cuetzalan me dejo, o la lista de cosas increíbles que hice ahí o algo por el estilo, creo que a manera breve tratare de narrar pequeños detalles que hoy creo que me cambiaron mi perspectiva sobre la vida, contaba en ese entonces con 10 años.
De entrada como poder evitar sentirse maravillado por el paisaje y la vegetación en el camino, llegando lo primero que me llamo la atención fue escuchar en México algo que no era español, no sabía que era pero distaba mucho del español y lo hablaban todos, recordé que en algunas clases en la primaria había leído algo sobre el náhuatl, el totonaco y el zapoteco pero escucharlo por la mayoría de la gente me sobrecogió, en aquel entonces me entro la loca idea de aprender algunas cosas básicas y no pare en todo el verano de repetir por las noches asta mosta tatahme uan nanahme, también aprendí que aquello era una lengua y no un dialecto, de hecho aprendí que no falta demasiado para que la lengua dejara de estar viva.
El pueblo me parecía bastante surreal, perdido como salido de un cuento, las cascadas y sobre todo Yohualichan que en aquel entonces no era nada parecido a lo que es hoy terminaron por darme un KO del que nunca regrese.
De regreso a Puebla me encargue de investigar sobre muchas cosas que me habían causado curiosidad, caí irremediablemente enamorado de la historia prehispánica de Mesoamérica, 4 años después ese amor y curiosidad cultivados me llevaron durante un verano a cruzar el mundo para presumir los conocimientos Arqueo astronómicos de Mesoamérica a aquellos cuyos ancestros habían inventado el álgebra.
A medida que investigaba mas llegue mucho más al sur del país y me enamore de los mayas, aunque mis conocimientos con el náhuatl y el totonaco nunca crecieron, tiempo después mi nombre no fue más Alejandro sino uno maya, Imix, que significa monstruo de la tierra y es el primer numeral del mes maya de la cuenta Tzolkin que consta de 13 veintenas.
Todas las veces que regrese a ese lugar no fue sino para recibir momentos increíbles, camino a Cuetzalan escuche por primera vez cantar a un cubano que había escuchado durante mi infancia pero cuya música me parecía aburrida y sin mucho sentido, escuchaba un disco llamado Unicornio, estaba en la adolescencia y pensé que la primera canción se la tenía que cantar a ella a todo pulmón alguna vez en la vida, un par de años después supe del conflicto salvadoreño que una década antes había inspirado a Silvio a escribirla, pero a esa edad no tenía muchas cosas claras, después de ese viaje empezó el intercambio con los cuates de sus casetes y discos, recuerdo que el de química nos encontró traficando aquel DVD y nos carajeo.
En ese mismo viaje termine de leer “del socialismo utópico al socialismo científico” de un tal Federico, en una vieja edición verde que resulto salió de la biblioteca de mi tío que hacía décadas vivía exiliado en Venezuela, libro que por cierto empecé a leer según yo porque me gustaba la ciencia.
Un par de años más tarde, sentado en el zócalo de Cuetzalan en una noche de Abril le cante a todo pulmón Por quien merece amor, para más tarde decidir que cruzar el mundo era un buen plan de vida.
El gen de don chucho salió a flote y descubrí que la fotografía tenía algo que me llamaba poderosamente la atención, regrese después solo para estrenar mi primera cámara decente que tuve en la vida, hice mis primero pininos.
El zapoteco llego años después y entonces descubrí que la palabra Naco esta garrafalmente usada y que lejos de ser una ofensa era un halago y entonces tuve Nacu para muchas, muchas noches, conocí ahí mismo a Gonzalo Ceja y la hermosa musicalización de “Sucede a veces” de Irma Pineda que siempre fue himno.
Juana y yo nos conocimos en Cuetzalan mientras estudiaba el primer año de la universidad, Marley en aquella banqueta después del cantinazo, ahí mismo en un viaje con la familia postiza junto con la mona y el tostó rompimos la cama del hotel y terminamos tomando con un don al que le compramos aguardiente que casi nos tomamos por completo nosotros, fue el único viaje que hice con el tosto, hace un par de años se nos adelantó en el camino.
Solo fui un octubre a Cuetzalan y me basto para entender mejor una cosmogonía que parece a veces indescifrable.
Hace años compartí aquel lugar con algunos compañeros de trabajo y fue un viaje genial que pasamos bajo de la lluvia, las grutas sus encantos.
La última vez que recorrí esas calles empedradas fue para recordar que seguimos vivos aunque a veces no parezca, aunque a veces no se sienta, que a pesar de las distancias existen lazos que no dejaran de existir nunca, que la gente se cambia toda la vida, aquella noche estrellada estaba ahí como la había dejado.
Hace dos semanas Cuetzalan murió aunque siempre este ahí y les pido lectores una vida de silencio por el pueblo mágico, húmedo que me cambio la vida y que ya no será mas.
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